Sonata de Otoño: Leyendo a Ingmar Bergman

2007/09/21


Para ti yo era una muñeca con la que jugabas cuando tenías tiempo. Si estaba enferma o lloraba me confiabas a la niñera o papá. Tú ibas a trabajar a habitación, donde nadie podía estorbarte. Yo me quedaba ante la puerta y escuchaba. Cuando hacías una pausa para tomar café, me atrevía a entrar para ver si de verdad existías. Tú eras tan amable pero se te veía ausente. Si te preguntaba algo, apenas contestabas. Me sentaba en el suelo y que contemplaba; eras alta y hermosa. La habitación estaba fresca, bien ventilada, los visillos cubrían las ventanas, afuera el viento movía el follaje, todo estaba bañado por un resplandor verde. A veces me dejabas ir contigo hasta la bahía; llevabas un vestido de verano largo y lleno de pliegues que permitiera entre ver tus pechos, que eran tan hermosos; ibas descalza y que habías recogido el cabello en una gruesa trenza. Te gustaba mirar el agua, que era clara y fría; podías ver las grandes piedras al fondo, y también las algas y los peces. Te mojabas los cabellos y las manos. Como tú eras siempre tan elegante, yo también quería serlo. Llegué a ser muy exigente con la ropa, siempre temerosa de que no te gustara mi aspecto. Yo me encontraba fea, delgada y angulosa, con grandes ojos saltones, labios gruesos y feos, sin cejas ni pestañas, brazos demasiado largos y pies demasiado grandes..., en fin, que me encontraba casi repugnante. Pero tú no demostraste casi nunca el menor interés por mi aspecto, sólo una vez dijiste: "Creo que debiste haber nacido niño", y te echaste a reír para que no me entristeciera. Pero me puse triste, claro. Lloré en secreto durante toda una semana, porque tú odiabas las lágrimas..., las lágrimas ajenas. Y un día, súbitamente, al pie de las escaleras estaban tus maletas y tú hablas por teléfono en una lengua extranjera y yo corría a mi cuarto y pedía a Dios que ocurriera algo que te impidiera viajar, la muerte de mi abuela, o un terremoto, o una avería en todos los aviones, pero tú siempre te ibas, las puertas siempre quedaban abiertas y había corriente de aire en la casa y todos hablaban a la vez y tú me abrazabas y besabas varias veces, me mirabas y sonreías; despedías una fragancia buena y extraña y tú misma eras también extraña, ya estabas en camino, no me veías; yo pensaba "ahora se detiene el corazón, ahora me muero de tanto daño que me hace, nunca más estaré alegre, sólo han pasado cinco minutos, como voy a resistir este dolor durante meses".

Mis estimadísimos lectores, los invito a leer el guión completo de esta extraordinaria cinta: Pueden descargar el archivo en este vínculo:

http://rapidshare.com/files/57230393/Ingmar_Bergman_-_Sonata_de_oto_o.rar.html

1 comentarios:

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