Después de dos semanas de asueto no queda sino volver a la chinga de todos los días, al trabajo repetitivo e inútil, al las clases impartidas cual mudo ante un montón de sordos. Pero así es esto de tener que pagar luz, teléfono, gas y montones de dvd’s.
Y me pregunto si tiene caso seguir haciendo reseñas de películas que casi nadie ha visto y que probablemente no pasen más allá de un pequeño círculo de ociosos que encuentran más excitante la luz del rayo catódico que el contacto con la piel ajena.
Porque al fin y al cabo, ¿para que sirven los blogs si no es para vomitar la personal locura cotidiana?. En ese caso mi demencia va mucho más allá de un puñado de cintas pseudo-intelectualosas. Hay cosas de las cuales necesito hablar más que de cine.
Por ejemplo, mi soterrada obsesión en recuperar los espacios citadinos que poco a poco se han ido desvaneciendo. Como la tiendita de la esquina, la cantina sin intelectuales fresas y las calles empedradas.
La tiendita de la esquina… espacio que se desvanece ante la avalancha de Gual Marts, Gigantes y otras yerbas, pero del que aún quedan ejemplos mágicos en los que la compra de un méndigo litro de leche trasciende la mera transacción comercial y se vuelve un espacio para el intercambio de sabidurías eclécticas y mafufas, pero, ni como negarlo, profundamente esclarecedoras.
Pongo por ejemplo a Don Hilario y su Tendajón (cuando era niño me imaginaba que ahí sólo compraban los que eran pendejones), todo un ejemplo de el por qué este país está de la chingada y seguirá estando igual. Abre sus cortinas con el fresco de las 11 de la madrugada, y con esos huevotes que sólo puede tener quien toda su vida la ha pasado en el mismo barrio, cierra a las 2 de la tarde y no vuelve a abrir sino hasta las pinches ocho de la noche (si no se le olvida o sufre un ataque de horquitis).
Alguna vez, fumando el séptimo cigarro de la tarde y mientras renegábamos de nuestras infelices y miserables aficiones (al Atlas le estaban acomodando una retro-putiza), tuve un lapsus de esos estilo bien pinche sincerote y le pregunté:
- Oiga Don Hilachos, ¿por qué tiene tan poco tiempo abierto su changarro?
- Ah, pos… con el rato que tengo abierto de ahí sale, entonces… ¿pa’ que abro más rato?
Me pregunto si Don Hilario es nomás medio huevón, o ya descubrió el Santo Grial de los tendajones a fuerza de despachar kilos de huevo y bolillos salados. ¿O no será que los taqueros, tortilleras, repartidores de gas, boleteros, choferes, y demás saben algo que, el resto de los humanos desconocemos?
3 comentarios:
Hasta que! pinche guevon, que bueno que ya volviste a la chamba... y claro que tiene caso escribir sobre peliculas que nadie haya visto, así no me queda el remordimiento y simplemente no las veo y ya.
Hasta que! pinche guevon, que bueno que ya volviste a la chamba... y claro que tiene caso escribir sobre peliculas que nadie haya visto, así no me queda el remordimiento y simplemente no las veo y ya.
Gracias por la oferta. No había oido sobre Kern, pero ahora que lo investigo luce muy interesante. Hay algún lugar donde exhibas las películas que reseñas? Si que me interesaría compartir este material con los otros perversos.
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