Las memorias de este cinéfilo sarnoso van mucho más allá que un simple recuento de películas. Tienen que ver además con los lugares en los cuales descubrí mi pasión desenfrenada por las imágenes en movimiento, los lugares en que por primera vez me hundí en la oscuridad para permitirme viajar hacia lugares remotos y fantásticos, para sufrir con héroes impolutos y malos pero que si malísimos.
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a una de las pocas salas independientes de cine que quedan en Guadalajara. Y por independiente no me refiero al tipo de películas, sino al hecho de que no pertenecen a los grandes circuitos comerciales como Organización Ramírez - Cinepolis, Cinemark, etc. Estoy hablando de pequeñas salas que se encuentran al borde de la extinción y que si no fuera por unos cuantos nostálgicos cursis (me incluyo) ya habrían desaparecido.
Total que fui al Cine del Bosque para ver Elsa y Fred, película que aborda el tema de los amores entre personas de edad avanzada. Si bien la cinta es un poco cursi, no deja de tener un cierto encanto, especialmente para los que tenemos que sobrellevar conflictos cotidianos con padres de edad avanzada.
Por lo que fue una verdadera delicia, más allá de una proyección lastimosa y un sonido al borde de lo ininteligible, fue el recuperar la experiencia del cine no como algo antiséptico e indiferente, sino como un espacio en el cual priva la cordialidad, el trato amable, las amenas charlas entre los trabajadores y los asistentes. Vaya, el solo hecho de que no me digan “Por cinco pesos más se lleva el grande” ya es para estar agradecido. Además, ¿en que otra sala puedes comprar un plato con jícama partida y limones recién partidos?.
Mis estimados sarnosos, no dejemos morir esta sala, no dejemos que se extinga
Por cierto, mi afecto es particularmente grande para los trabajadores del Cine del Bosque ya que, cuando se estrenó The Wall de Alan Parker en 1981, yo aún no tenía la edad para verla, pero amablemente, los encargados de la puerta me dejaron pasar. Y ver a los 15 años semejante vorágine de locura, soledad, desesperación y rock de alto octanaje me marcó por siempre.
Gracias totales hoy y siempre.
2 comentarios:
sabes? yo apenas tengo 23 años, no se cuantos tengas tu,40 tal ves, y no recuerdo, es mas creo que ni los conoci la mayoria de los cines que mencionas, sin embargo, el cine del bosque significa mucho para mi, es cierto!, cuando uno entra derrepente se siente como de la familia, desde muy pequeña voy a ese cine y desde muy pequeña me considero cinefila, al final te dejo este mensaje para darte las gracias, jeje yo tambien fuia a ver elsa y fred al cine del bosque, y pensar que posiblemente estuve en la misma sala, con una persona que entiende lo que es ese cine y que comparte conmigo algo de nostalgia por el, es muy gratificante.
Estimada Adriana:
En efecto, tengo 40 años de los cuales he dedicado 33 a la cinefilia. Las viejas salas de cine no son los únicos lugares que echo de menos para ver cine. Aquí en Guadalajara nunca se estiló, pero en el norte de la república durante mucho tiempo se utilizaron las terrazas, estas eran salas de cine pero sin techo, lo cual era ideal para los veranos por demás ardientes de Nuevo León y Coahuila. Por cierto, uno de mis tíos tenía, además de una pequeña terraza, un proyector de 16 milímetros con el cual daba funciones por las rancherías aledañas a la zonaconurbada de Monterrey. Y las películas que garantizaban el lleno siempre fueron las de Capulina y El Santo. Hay una cinta de Juan Antonio de La Riva en la que aborda el tema de las personas que dedicaban su vida a exhibir películas en los pueblos. Es sumamente emotiva, especialmente para aquellos que piensen que el cine va mucho más allá de ir a una plaza comercial los domingos. Se llama "Vidas Errantes" y la puedes conseguir en cualquier Mixup. Agradezco su amable comentario y la invito a que siga visitando este humilde blog.
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